4.1.6 REDACCIÓN DE BORRADOR
Lo que en el ámbito literario y
académico se conoce como borrador es un texto que, por lo general, todo autor
compone como una aproximación al documento que desea preparar; como puede ser
un artículo, una carta, un instructivo o un ensayo. Empieza por el apunte de
breves ideas, asociación de pensamientos, anotación de citas bibliográficas,
redacción de párrafos, quizá dibujos, con lo que diseña un esbozo y levanta un
andamiaje para construir su documento.
El borrador es parte vital del
trabajo del académico o científico, es la historia creativa del proyecto que
está realizando, el cual puede ser un libro, un manual de laboratorio o una
conferencia. Es un antecedente que, en lo posible, debe preservarse para
futuras consultas.
Un borrador no es el producto final
de lo que se quiere obtener, es un trabajo a medias y en su crecimiento aumenta
su detalle hasta llegar al punto deseado; va del 0 al casi 100%.
Se puede tomar como criterio que
si el escrito está entre el 50 y el 75% se tiene un borrador en estado bruto,
que todavía le falta bastante; y si rebasa el 75% de lo contemplado, se cuenta
con un borrador maduro que puede ser compartido con colegas para recibir
retroalimentación.
El primer borrador, por decir, el
esqueleto, representa la fuerza del proyecto que se tiene entre manos. De aquí
en adelante, mientras se sostenga el esfuerzo, el borrador va mudando de forma
y tamaño, de contenido y significado. No esperemos a que haya un borrador
final, porque no lo hay, la revisión y mejora del documento puede seguir
indefinidamente. Uno debe parar cuando estime que el texto está sólido, o
cuando el momento de terminar y entregar se acerca.
El borrador es el lugar donde el
autor puede reescribir cuantas veces quiera lo que pretenda informar, cosa que
no sucede en una plática profesional, donde lo que se dice no puede borrarse y
corregirse.
Un autor, científico o académico,
puede elaborar más de un borrador, siendo el siguiente cada vez más organizado
y estructurado que el anterior, con lo que logra alcanzar el grado de expresión
que desea.
Los borradores de trabajo
representan el progreso del pensamiento creativo del autor, así como la
evolución de su trayectoria intelectual.
Los medios computarizados de la
actualidad, a diferencia de otras épocas, dejan poca evidencia de los
borradores que un autor va dejando, pues algunos autores tienen la costumbre de
escribir y rescribir sobre un mismo documento digital.
En la universidad, el estudiante
que escribe un reporte o su tesis de licenciatura o de postgrado, particularmente
esta última, muy raras veces revisa más de tres ocasiones su escrito. ¿Cuántas
veces se debe revisar y recomponer? Cuantas sean necesarias. No obstante,
Damashek propone una técnica sencilla de
trabajar el borrador y mejorarlo para obtener un resultado satisfactorio, y que
no está basado precisamente en cazar los errores para restregar los en la cara,
sino en ayudarles a componer, y es como sigue:
Borrador 1: Lectura en voz alta.
El sentido del oído de quien lee
y de quien escucha, permitirá descubrir las partes donde “rechina” la
estructura.
1
Borrador 2: Revisión de pares (peer review).
En este caso, el estudiante
intercambia el avance o borrador de su tesis con otro compañero, lee, revisa y
comenta constructivamente el documento.
Borrador 3: Primera lectura por
parte del asesor.
Apunta sus correcciones y
comentarios, y regresa al tesista que deberá corregir.
Borrador 4: Segunda lectura.
Mismo proceso que el anterior
pero en base a un documento mejor.
Borrador 5: Tercera lectura.
En este punto el trabajo está
casi terminado, tiene más fluidez, estructura y presentación.
Borrador 6: Cuarta y última
lectura.
Borrador final, a menos que el
estudiante (o profesor, si estuvo revisando un artículo) desee continuar con
otra revisión más.
La cantidad de borradores que
pueda llevarse un artículo, una tesis o un libro, depende de muchos factores,
algunos requieren pocas revisiones y otros más. Pero de lo que si no cabe duda
es que el borrador es una constante en la escritura profesional, y su
conservación, así sea en medios electrónicos, puede salvar de situaciones
inesperadas al autor.
Hay autores que destruyen los
borradores de sus obras, con lo cual eliminan toda huella del proceso de
construcción de su trabajo. Gabriel García Márquez lo hizo con una de sus
novelas, quemó el borrador de Cien años de soledad, y la explicación que dio a
su acto fue la de que no quería que nadie tratara de reconstruir su método de
escritura.
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